Ya he almorzado. No quiero perderme en el computador leyendo la vida de los que sí tienen vida. Hoy no tengo fuerzas para soportar tantas indirectas. Siento que debo "apagarme" para descansar de esta ansiedad desbordada que me pone a mil sin hacer nada. Sobre las cobijas me quedo en un sueño liviano lleno de historias que se interrumpen a cada rato. Todas tienen algo en común: que yo estoy despierto atrapado en mi cuerpo y que por más que grito y pataleo, ninguno de los que me rodea es capaz de notarlo. Así transcurre la tarde: entre sobresaltos acompañados de una respiración desbocada y mi negación a estar despierto. Cuando ya se hace insoportable es cuando entreabro los ojos y el suave reflejo de un sol naranja sobre las fachadas de la ciudad, ponen al descubierto el ajetreo de una población que llega a sus casas después de una jornada de trabajo con sus trajes de oficina y otros que se alistan a partir hacia sus hogares cambiándose su sucia ropa de labores de...
Este es mi espacio de expresión sin más ánimo que ser.