Una noche un pequeño niño blanco bajó a pescar montado en la luna. Su blanca luz atravesaba las aguas dejando ver a los brillantes y coloridos peces que nadaban en esta. Con su caña de pescar fue atrapando los pescaditos que empezó a acumular a los lados de la luna.
Su labor fue interrumpida cuando una orca llegó para arrebatarle los pescados.
Dijo la orca enojada: Estos peces no te pertenecen.
El niño replicó: hay muchos peces en el océano, alcanza y sobra para todos.
Amenazante, la orca dijo: no compartiremos lo que es nuestro, si vuelves tendrás problemas.
De regreso al universo en su luna y con los pescados que había logrado obtener pensó que el enojo de la orca era sólo un malentendido de ésta y seguramente no lo volvería a molestar.
La noche siguiente, como de costumbre, el niño se encontraba pescando en su luna. Su felicidad fue interrumpida cuando sus pescados fueron robados por un grupo de orcas enojadas. Hasta su caña de pescar le han quitado, así que no tuvo otro camino que el de regreso al universo sin un solo pescado.
Decidido a no dejarse asustar por las orcas enojonas, bajó nuevamente a pescar al mar. Con su nueva caña más grande y más fuerte, se encontró de frente con muchas de estas enojonas dispuestas a luchar. Así que con su caña ha sabido pescar, no sólo uno ni dos ni tres peces del mar sino orcas completas rellenas de este manjar.
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